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“El objetivo de empresas como Glovo o Deliveroo es revolucionar un sector del mercado”

Luchar contra la explotación y la precariedad que generan las plataformas digitales como Glovo o Deliveroo es el objetivo del colectivo Riders X Derechos. Hablamos con Felipe Díaz Prat, uno de sus miembros, sobre qué supone la irrupción de estas plataformas y cómo están transformando la economía.

ALICIA GALLEGO E INÉS MODRÓN

En estos tiempos de digitalización, cada vez acapara más mercado la ‘economía de plataformas’, empresas que lideran el fenómeno conocido como uberización de la economía y obligan a los trabajadores a estar dados de alta como falsos autónomos. En el sector de reparto de comida a domicilio, el colectivo estatal Riders X Derechos lucha contra la precariedad y explotación que generan estas plataformas digitales. 

Felipe Díaz Prat, sociólogo, exrepartidor y miembro de Riders X Derechos y UGT, nos cuenta en esta entrevista cuál es la situación actual de los repartidores. Explica de qué forma les ha afectado la pandemia y cuáles son las principales reivindicaciones y líneas de actuación de la plataforma sindical. Y le da un enfoque global al problema: “Hay que tener mucho cuidado, porque estas plataformas están en todos los sectores”, declara.

Concentración de riders. Foto del Twitter de @RidersXDerechos

¿Cuándo y cómo surge Riders X Derechos?
En el verano del 2017, a raíz de las transformaciones que empezó a hacer Deliveroo en el modelo de trabajo. Al principio éramos una agrupación de trabajadores de Deliveroo. Pusimos varias denuncias y a partir de ahí empezó a actuar la Inspección del Trabajo en Madrid. El modelo de trabajo era irregular, de falsos autónomos. 

Para intentar adecuarse a la legalidad vigente, Deliveroo hizo una transformación en el tipo de contrato. Nos impusieron el TRADE, que es un contrato que viene del mundo de los transportistas y significa ‘trabajador autónomo dependiente económicamente’. Es una tercera figura entre el autónomo y el asalariado. Está muy mal hecho y ha fracasado muchísimo.

Entonces, para ajustarse a esto, nos cambiaron muchas variables de nuestro trabajo. Una es el modelo de pago. Antes ganábamos por hora trabajada pero, hoy en día, en el mundo del reparto y las plataformas en general eso es imposible. Nos empezaron a pagar por pedido y ahí comenzamos a movilizarnos. 

¿Cuántas personas forman aproximadamente esta plataforma? ¿Cómo es la organización?
Somos menos de lo que se pueden imaginar. Pero hemos sabido utilizar muy bien los medios de comunicación. A veces, parece que somos doscientos, y no es así. Hemos podido amplificar mucho, nuestro discurso ha calado en la opinión pública desde el principio. 

¿En qué han estado trabajando estos meses? Y, ¿ahora mismo?
Cuando entró este nuevo Gobierno, lo primero que dijo la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, fue que quería regular el sector de las plataformas. Iba a tener una reunión e invitar a Riders X Derechos, pero vino el coronavirus y todo se estancó.

Un día de mayo, nos contactaron del Ministerio para tener una reunión. El Ministerio quería hacer una aclaración en el Estatuto de los Trabajadores que incluyera a las plataformas. Para ello, contó con nosotros. El Gobierno también nos utilizó para hacer campaña, la ministra incluso se hizo una foto con la camiseta de Riders X Derechos. 

Después de eso, estas plataformas [de comida a domicilio] que están juntas en la patronal Adigital y forman un lobby gigante con mucho poder, se empezaron a asustar, porque vieron que se estaba metiendo el Gobierno y esto se podía legislar de un plumazo. 

Cuando alguien se convierte en rider, ¿hay mucha diferencia entre lo que espera del trabajo y la realidad, o ya sabe las condiciones que va a tener que aceptar?
Hoy quizás hay mucha más información sobre esto, pero antes no.  Además, una gran mayoría somos inmigrantes. No todos sabíamos exactamente qué significaba ser autónomo, ni qué riesgos ni qué condiciones impone esa figura en este país. Las empresas no informan de nada al respecto, te dicen que ser autónomo te va a permitir trabajar con flexibilidad y ser tu propio jefe. Incluso te recomiendan una agencia para hacerte autónomo. En verdad uno no sabe dónde se está metiendo. Estar dispuesto a pagar por trabajar, eso es ser autónomo en la mayoría de nuestros casos.

La situación laboral de los riders empeoró durante el confinamiento. En Glovo bajaron el pago base de 2,50 € a 1,20€. En otras empresas como Just Eat o Deliveroo, ¿esto también sucede?
En todas. Hicimos una investigación en UGT, que sacamos en septiembre. Se llama ‘Con este modelo no habrá futuro’ y es un informe sobre la explotación laboral de las plataformas digitales de reparto. El principal objetivo de estas plataformas es siempre estimular la competencia entre los repartidores. Por eso, este modelo está lleno de cambios. Van cambiando la forma de pagar, van cambiando la excelencia, van metiendo repartidores. 

Durante el coronavirus, los repartidores estaban mucho más necesitados de hacer pedidos porque la demanda bajó. Así que Glovo aprovechó y bajó el pago porque todo el mundo iba a seguir trabajando. También quitó la excelencia, que es con lo que se regula la carga de trabajo. 

Deliveroo quitó la asignación por hora e implementó la conexión libre o free logging. La consecuencia es que los repartidores estaban todo el día en la calle, intentando hacer pedidos. Con las plataformas desaparecen los centros de trabajo y, eso, durante el coronavirus y la cuarentena, tiene consecuencias. Por ejemplo, no tener dónde ir al baño a lavarse las manos.

Encima, lo primero que hicieron las tres empresas —Glovo, Deliveroo y Uber Eats— fue crear un fondo de emergencia para los repartidores que pudieran demostrar que se habían contagiado de coronavirus. Eso va en contra de todas las medidas sanitarias y recomendaciones de las autoridades, porque significa decir: trabaja a destajo hasta que te contagies y, si lo logras demostrar, yo te cubro la baja de 14 días. Eso no puede ser. 

Los tipos recrudecieron las condiciones porque estaban operando en libertad. En el sindicato siempre estamos encima, poniendo denuncias. Saben que tenemos cien ojos sobre ellos. Pero lo máximo que podíamos hacer en cuarentena era escribir algo o hablar con la gente, teníamos las manos amarradas. Aprovecharon esto y le dieron veinte vueltas al modelo para hacerlo aún más precario.

Hay quienes defienden que Just Eat es diferente, que respeta más a sus trabajadores. ¿Cree que esto es así?
No, no es así. Just Eat opera con “flotas”, que son externalizaciones. Subcontrata empresas que manejan repartidores. Y una de las condiciones que pone es que estos trabajadores tengan que estar dados de alta. Pero, obviamente, incentiva muchísimo la competencia entre las “flotas” (que es como llamamos a estas empresas de repartidores) y entre ellas la competencia se lleva hasta el extremo y no cumplen con la legislación.

Por ejemplo, al mismo tiempo que Just Eat salía en agosto promocionándose en la prensa, en Madrid cerraron una flota, despidieron a 40 trabajadores en una sola mañana y los dejaron a todos en la calle de una manera total y absolutamente irregular. Just Eat no es la culpable directa, porque es su subcontrata. Pero esa empresa depende casi en su totalidad de la demanda que tenga Just Eat. 

Hoy en día se están levantando como un modelo alternativo, pero… Desde UGT tuvimos una reunión con ellos, y les decíamos: bien, ustedes quieren ser modelo de algo, pero hay que cambiar muchas cosas primero. Es una alternativa un poco mejor, pero está muy mal hecha, no son el ejemplo a seguir. Aunque es difícil porque compiten contra empresas que usan falsos autónomos.

¿Que la gente deje de pedir comida a domicilio a estas empresas puede ser una solución? ¿Las empresas reaccionarían al ver que pierden dinero o, por el contrario, podría hacer que muchos repartidores perdieran el empleo y que empeorase la situación?
Es una buena pregunta. Lo de perder dinero… Estas empresas tienen modelos de financiación distintos a los que estamos acostumbrados. Generalmente pensamos que una empresa, en el momento de empezar a operar, está obligada a generar estabilidad. Pero en el caso de estas empresas, que operan mediante plataformas digitales, su objetivo no es generar estabilidad. Su objetivo es revolucionar un sector del mercado, cambiar la manera en la que hacemos ciertas cosas: ver películas, pedir comida a domicilio, pedir taxis, que se hagan préstamos… Viven de las rondas de financiación. Ahí es donde capital privado, capital especulativo, apuesta por estos proyectos, porque revolucionan un sector del mercado. 

Es algo a lo que hay que darle una vuelta, porque cambia la forma de enfrentarse a estas empresas. Ni siquiera les duelen los juicios, están judicializadas en todos los países. Es un proyecto político, más que un negocio como estamos acostumbrados a entenderlo

Por ejemplo: en California, hace un tiempo, se había logrado formular una ley que defendía la laboralidad de los trabajadores de plataformas, principalmente por Uber y Lyft, que son las que reinan en ese Estado. Las empresas lograron levantar un plebiscito. Invirtieron más de 200 millones de dólares y tiraron la ley para atrás. No paran, se expanden. Apuestan por el tamaño. No les duele perder dinero, es parte de la estrategia.

La opinión pública ha tendido a apelar al consumo responsable y eso es terrible, porque debería tratarse de leyes. Lo que hay que hacer es una lucha política para que no se pueda permitir su modelo. Estos tipos son tan astutos, que, si nos ponemos todos de acuerdo y no consumimos, los únicos que pierden son los repartidores, porque ganan por pedido entregado, no por hora trabajada. Hay que atacar por otro lado, no por el dinero.

Actualmente, en varias comunidades autónomas está cerrada la hostelería. No se puede consumir comida dentro de restaurantes ni bares, pero sí pedirla para llevar. ¿Esto va a hacer que estas empresas se aprovechen de la situación?
Sí, total y absolutamente. A eso se dedican. El coronavirus les ha venido como anillo al dedo. De repente, algo que se supone que es un ingreso extra pasa a ser su única fuente de ingresos. Y las empresas no son tontas, siempre cobran un porcentaje por el pedido. Ese porcentaje ha ido aumentando, porque tienen cogida la sartén por el mango, y lo que era un 25% pasa a ser un 33%. Se están aprovechando mucho más del tema.

Aquí hay otro asunto que quizás es un poco complejo. Todas estas empresas de reparto se han diversificado. Y una de las cosas que han hecho es construir lo que se llama dark kitchen o ‘cocinas fantasma’, para eliminar al intermediario y repartir la comida que ellos mismos hacen. Con el coronavirus eso ha subido muchísimo. Por ejemplo, Glovo sacó una marca que se llama Santo Burrito, con los cocineros de los mismos restaurantes, adheridos a la plataforma, a los que les pagan un porcentaje.

Van acaparando mercado. Están las tres más grandes en competencia: Deliveroo, Glovo y Uber Eat. Las tres generan pérdidas. El objetivo es convertirse en un monopolio, porque es la única manera de que el negocio sea sustentable. Y para eso lo que hay que hacer es eliminar rivales o comprarlos. Es una carrera totalmente desregulada, ese es el problema.

Felipe Díaz Prat, del colectivo Riders X Derechos.

Ahora mismo, ¿qué protección jurídica tienen los repartidores?
Ninguna. Los repartidores son autónomos, “socios colaboradores”, les dicen. Han generado todo un lenguaje para esconder la relación laboral: ya no hay trabajadores, hay colaboradores; ya no hay salarios, hay ingresos competitivos… La protección jurídica es la misma que tienen los autónomos, son su propia empresa. Estoy haciendo una tesis doctoral sobre el tema que se llama “Mi empresa es mi cuerpo”. Los repartidores son dueños de su propia empresa de reparto a domicilio, que es su propio cuerpo, y corren con todos los riesgos que esto conlleva. Si a uno lo atropellan, ya está. Las plataformas tienen un seguro, pero es un seguro muy frágil, por decirlo así.

En España tenemos 34 sentencias que dicen que es una relación laboral encubierta y una del Tribunal Supremo sobre Glovo. Eso es lo que estamos peleando, que se reconozca la relación laboral. Ahora, dime, ¿en qué país del mundo una empresa que tiene 34 sentencias en contra y una de un Tribunal Supremo no hace los cambios que tiene que hacer? Si nosotros montamos una empresa y tenemos 34 sentencias en contra, nos vamos presos.

Esto explica que el objetivo real que hay detrás es transformar la regulación laboral. Es lo que están haciendo en todos los países: en Francia, en Italia, y ahora en Estados Unidos (California) ya lo lograron. En España estamos resistiendo porque hemos peleado con uñas y dientes, pero es muy complejo. El tema es la sensación de impunidad que se ha generado.

¿Creéis que poner a la opinión pública de vuestra parte va a funcionar como presión para que el Gobierno tome medidas más rápido?
Eso no está siendo así. Lo que ha pasado ha sido totalmente a la inversa. Nosotros tenemos a la opinión pública a nuestro favor. Pero hay que ser conscientes del lobby que tienen las empresas.

El mecanismo no funciona poniendo a la opinión pública a nuestro favor para que el Gobierno haga algo. Hemos tenido a la opinión pública de nuestro lado todo este tiempo. La cosa es que hemos logrado llevar el tema judicial muy adelante, hasta el punto de que este Gobierno dijo: “vale, tenemos que hacer algo, tenemos que poner esta aclaración en el Estatuto de los Trabajadores”. Esta aclaración la estamos peleando en la mesa de negociación colectiva. El camino jurídico era muy largo y tedioso, pero era muy seguro, porque lo estábamos ganando todo. Teníamos como 34 sentencias recurridas y ganadas contra tres.

Estos tipos han logrado hacerse con el modelo de trabajador ideal, híper necesitado, que si puede trabajar 70 horas lo va a hacer. Yo conozco a gente que ha trabajado 100 horas a la semana. Y eres un emprendedor.

¿Le gustaría añadir algo para concluir?
Es importante que se entienda realmente de qué se trata esta pelea. Este modelo de trabajo ha logrado generar un discurso con el que se presenta como una alternativa de empoderamiento individual, bajo la idea de la economía colaborativa, donde todos somos iguales, y vamos a generar riqueza, y a tener tiempo libre… Eso es lo que nos venden. 

Se trata de defender el Estado del Bienestar, los derechos, el proyecto colectivo, que uno no tenga que valérselas por sí solo en este mundo. Es la sociedad del emprendimiento, o del emprendedor, contra algo más colectivo o social. Hay que tener mucho cuidado, porque estas plataformas están en todos los sectores. Y, a este paso, de aquí a veinte años somos todos autónomos.

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