Laboratorio de periodismo sobre economía y Agenda 2030

Inflación: causas y consecuencias del aumento de precios

El rápido aumento de los precios de muchos bienes esenciales estos últimos meses ha hecho que las estimaciones económicas acerca de un crecimiento rápido tras el “fin” de la pandemia hayan dado paso a otras predicciones menos halagüeñas.

ASIER ARBIZU

“Abundancia excesiva” y “elevación del nivel general de los precios”. Así es como define la RAE un concepto que en los últimos meses está muy presente: la inflación. Desde que en 2021 comenzáramos a notar el aumento de precios en algunas materias primas, como la gasolina y la electricidad, y a lo largo de todo 2022, desde el comienzo en febrero de la guerra de Ucrania, estos incrementos se han trasladado a bienes básicos de la cesta de la compra, como los alimentos. Muestra de ello es el Índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con un valor en noviembre de 2022 del 135,7, frente a los 98,1 de 2020 (un aumento del 38%) y 125,7 de 2021 (8%).

Se trata, además, de un fenómeno que se ha extendido a la mayoría de los países a nivel mundial. Tal y como refleja el Eustat, en octubre de 2022 el Índice de los Precios al Consumo (IPC) se ha situado en el 65% en Turquía, 10,8% en los Países Bajos, 8,3% en España y 8,9% en EE UU… En cualquier caso, más allá de cifras y porcentajes, ¿cómo hemos llegado a esta situación?, ¿por qué en un periodo relativamente corto de tiempo, hemos pasado del hundimiento de las economías en 2020 al riesgo de inflación y recesión en 2022? Lo cierto es que algunos de estos factores pueden relacionarse con fenómenos concretos, pero otros se encuentran implícitos en el sistema económico, por lo que deberían ser replanteados.

Desajustes entre la oferta y la demanda

La primera de las causas que se suele mencionar es la del desajuste que se produjo entre la oferta y la demanda a lo largo de 2021. Mientras la vacunación contra la COVID-19 avanzaba a lo largo del mundo , los países comenzaron a aligerar las medidas contra la pandemia, levantando las restricciones y confinamientos, permitiendo que los negocios volvieran a abrir sus puertas. De esta forma, se produjo un incremento importante de la demanda, ante la cual la oferta no estaba preparada. Aun así, no hay que olvidar las diferencias de vacunación entre países: según recogía El País, en mayo de 2022, un tercio de la población (33%) en España y la Unión Europea había recibido una dosis, mientras que en América del Sur ascendía al 15%, 20% en Asia y apenas un 1,5% en África.

Dicha oferta, caracterizada por entrelazar a distintas empresas a lo largo del mundo en esta era de la globalización, demostró su fragilidad en dos ejes: la producción y la logística. En lo productivo, sirve como ejemplo el caso del sector de la automoción/aeronáutico y los microchips, elementos necesarios a incorporar en su producción.

Lo cierto es que la falta de suministros de estos microchips comenzaba a notarse ya en 2019; se agudizó y se hizo más latente con la llegada de la pandemia de la COVID-19. Con el confinamiento de la ciudadanía en la mayoría de los países, el cierre de muchas plantas de producción en Taiwán, China y Corea del Sur, principales productores, trajo consigo consecuencias que aún perduran. En este sentido, la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), en noviembre de 2021 advertía que la producción de vehículos había sido incluso menor que en 2020, con caídas del 2,5% respecto a 2020 y 26,7% respecto a 2019. Además, en octubre de 2021 se habían producido un 37,9% menos vehículos que en el mismo mes de 2020.

Respecto a la logística, resulta muy ilustrativa la conocida fotografía del buque portacontenedores Ever Given atascado en el canal de Suez en marzo de 2021, tras haber sido desviado de su rumbo debido a una ráfaga de viento. El barco, con una capacidad de 220.000 toneladas y cientos de contenedores, provocó que se bloqueara el principal canal marítimo del mundo, un tipo de transporte que supone, según datos de la Fundación Aquae, entre el 70% y el 80% del comercio mundial. Ello, aparte de roturas en la cadena de suministros, provocó, según dicho organismo, “unas pérdidas semanales para el comercio mundial de entre los 6.000 y los 10.000 millones de dólares”.           

Más recientemente, este mismo 2022, ha tenido lugar el cierre del puerto más concurrido del mundo, Shanghai, debido a la estrategia “COVID 0” del gobierno chino, provocando la ralentización de las labores de carga, y por tanto, retrasos en la producción mundial.

Todo ello ha provocado escasez o dificultad de acceso a muchos bienes, y de esta forma, un alza de los precios.

La guerra entre Ucrania y Rusia

Desde que en febrero de 2022 comenzara la invasión de Ucrania por parte de Rusia, son muchos los estudios que han señalado el efecto en el incremento de precios de esta tragedia humanitaria. En este sentido, el economista jefe de UBS, Paul Donovan, afirma que se ha producido un incremento en los precios de las materias primas. Por una parte, debido a que la temporada de siembra de los cultivos de Ucrania, uno de los mayores exportadores globales de cereales, ha estado limitada por el conflicto, y por otra, a la preocupación existente de que la guerra altere el suministro futuro, de forma que se produce un aumento de los precios que se traslada a la inflación. 

Adicionalmente, tal y como señalan desde la Organización de Naciones Unidas, el hecho de que se haya reducido el suministro de productos básicos provenientes de Rusia como el petróleo, el gas y ciertos metales, ha provocado que sus precios aumenten. En el caso del petróleo y el gas, además, al ser elementos necesarios para la extracción y producción del resto de bienes, el incremento de su precio provoca un alza generalizado de la mayoría de bienes. 

Consecuencias

La consecuencia más evidente es la que se está produciendo en los hogares: una mayor dificultad para comprar bienes básicos y el tener que gastar más dinero para obtener los mismos bienes. Además, dado que el aumento de los precios no está acompañado de un incremento de los salarios y las pensiones al IPC, tal y como señalan Jon Bernat Zubiri y Eki Etxebarria en El Salto, la inflación supone reducir la capacidad adquisitiva de las personas asalariadas y pensionistas. Además, los incrementos se producen en bienes básicos como la electricidad o los alimentos, es decir, consumibles que no se pueden sustituir, lo que hace más difícil la situación económica de muchas personas. En este sentido, en su Informe anual de 2021, el Banco de España advierte que “el encarecimiento de la energía está teniendo un impacto significativo sobre el poder de compra de las rentas de los hogares”. Muestra de ello es que, tal y como se recoge en el estudio “El coste de la vida y estrategias familiares para abordarlo” realizado por la Fundación FOESSA, los hogares con rentas menores a 1.000€ se vean obligados a destinar el 70% de sus ingresos solamente a vivienda y alimentación.

Además, la solución planteada por la Reserva Federal de EE UU y el Banco Central Europeo (BCE), incrementar los tipos de interés, dificulta todavía más la situación de particulares y empresas, dado que provoca un encarecimiento de los préstamos hipotecarios. No parece además una respuesta efectiva a corto plazo, ya que tras las primeras dos alzas llevadas a cabo por el BCE en agosto, se disparó la inflación un 9,1% en la zona euro, tal y como recoge Business Insider. Resulta además revelador que, aunque las personas encargadas de estas medidas conocen las consecuencias sin saber a ciencia cierta si serán útiles para atajar el problema planteado, insisten en llevarlas a cabo. No lo puede definir mejor Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal: “Reducir la inflación requerirá un periodo sostenido de crecimiento por debajo de tendencia. Además, muy probablemente haya una relajación de las condiciones del mercado laboral. Y, aunque los tipos de interés más altos rebajen la inflación, también infligirán algo de dolor a hogares y empresas”.

¿Y ahora?

Dado que las causas y las consecuencias de la situación están identificadas, y las soluciones propuestas son dudosas, cabe preguntarse si no convendría empezar a realizar otras lecturas. Por ejemplo, el economista Juan Laborda ofrece otra interpretación de la inflación, e indica que se debe a la implementación de políticas económicas concretas, más allá de determinados fenómenos más o menos predecibles. En resumidas cuentas, los factores serían tres: la financiarización de la energía y productos agrícolas, permitiendo acceder a los mercados derivados a especuladores; la reestructuración de los sectores industriales, con la privatización de sectores delicados como el energético y los aumentos de los precios con el objetivo de aumentar los beneficios; y los problemas en las cadenas de suministros, anteriormente mencionados, como consecuencia de una globalización sin control y con gran concentración empresarial.

Dado que la inflación es un fenómeno que se ha ido dando a lo largo de las distintas épocas económicas, y las recetas implementadas solamente han servido para ocasionar más sufrimiento en lugar de aportar soluciones, quizás sea hora de cambiar el prisma. El problema, en lugar de encontrarse fuera, en escenarios coyunturales, se encuentra dentro, en el corazón del paciente: en los principios de los sistemas económicos actuales.

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