Laboratorio de periodismo sobre economía y Agenda 2030

“Las instituciones deben promover la convivencia y no la obligación de la integración”

Hablamos con Violeta Serrano, hispano-argentina, escritora y periodista. En 2013 emprendió un camino de ida a Buenos Aires buscando las oportunidades que, como a muchos de nosotros, se nos negaron en nuestro país a causa de la crisis económica de 2008. Acabó enamorada de esa ciudad y desde 2017 vive entre Argentina y España.

JORGE GARCÍA RUIZ

Violeta es migrante, según ella todos los somos. En su libro Poder migrante reflexiona sobre la importancia de cambiar la visión que tenemos sobre la migración, empezando por perder el miedo a lo desconocido. Porque migrantes somos todos.

Tu libro se puede leer como un viaje, desde que nos montamos en ese autobús en Madrid hasta que nos bajamos en un pueblo de León. Un viaje a toda velocidad, en consonancia con los tiempos que vivimos. ¿Ha provocado este ritmo acelerado que perdamos capacidad de reflexión?
Cada vez es más difícil tener tiempo para la reflexión, estamos obligados a responder a estímulos de forma más y más rápida para poder llegar a todo. Podría ser sólo un problema de estrés, pero va más allá. Los seres humanos somos prejuiciosos por naturaleza: necesitamos adelantarnos a lo que va a suceder para sobrevivir y eso implica que debemos fiarnos de aquello que podemos intuir a través de los estímulos para actuar a tiempo. Por tanto, lo que nos resulta desconocido o no encaja en nuestro catálogo de percepciones ya adquiridas nos provoca recelo y tendemos a desconfiar. Nuestro cerebro entiende que hay una alerta y que estamos en peligro y, por tanto, se pone en guardia. No lo digo yo, lo dice la neurociencia: por eso incluyo en mi libro el testimonio del catedrático Fernando Giraldez. En consecuencia, hay ciertos discursos políticos que alientan el odio al diferente aprovechando esta característica tan humana. Pero cuidado, vivimos en sociedad, recibimos una educación, por tanto, el racismo no existe per se, sino que se construye: el odio y el amor son sentimientos que se generan. Se toman decisiones sobre ellos, de hecho. Esto tampoco es que lo diga yo, sino Teun Van Dijk, que lleva décadas estudiando sobre análisis del discurso como investigador de la UPF (Universitat Pompeu Fabra) en Barcelona y asegura que el racismo no nace del pueblo, sino que son ciertas élites las que lo promueven por intereses propios.

Me gustaría empezar preguntándote por el papel de las instituciones. Hablas del caso de Francia para exponer cómo las condiciones socio-económicas que enfrentan muchos jóvenes migrantes posibilitan su acercamiento a organizaciones como el Estado Islámico. Reflexionas acerca de si realmente son delincuentes o es este marco el que hace que terminen por serlo. ¿ Qué papel debería desempeñar el Estado a la hora de ofrecer alternativas?
En el libro hay varios datos importantes que dicen que los jóvenes migrantes suben su tasa de criminalidad una vez que han pasado por instituciones de acogida en España. Algo está fallando ahí. Y seguramente tenga que ver con que el Estado no está aún capacitado para hacer frente a un número cada vez más alto de menores que tratan de buscarse la vida lejos de sus lugares de origen. Creo que la solución pasa porque las instituciones promuevan la convivencia y no la obligación de la integración, que es lo que hace Francia justamente. Debemos comprender que el mundo ya no se configura en base a nuestros lugares físicos de procedencia: la globalización es un hecho. Vivimos en un planeta hiperconectado en el que conocemos todo del mundo al completo a golpe de click. Es difícil sentirse patriota de un territorio físico únicamente. Somos, más que nunca, seres con identidades en tránsito. Podemos sentir mayor afinidad con una persona que viva a miles de kilómetros que con nuestro propio vecino y eso lo posibilitan las comunicaciones globales, las redes sociales. Esas mismas redes generan monstruos, es cierto. Pero porque son una herramienta y, como todas, no son ni buenas ni malas, depende del uso que hagamos de ellas. Un ejemplo muy claro: Trump usó las redes de forma sistemática para llegar al poder y durante su mandato. Creó un ejército de odiadores que llegó a poner en peligro las mismas instituciones del Estado con el asalto al capitolio. Al mismo tiempo, el asesinato de Georges Floyd a manos de la policía generó una ola de solidaridad en todo el mundo a través del hashtag #BlackLivesMatter y eso tuvo también implicancias políticas. No es un detalle menor que la actual vicepresidenta de EEUU sea negra y mujer. Y digo mujer porque otra ola de solidaridad global es la del anterior hashtag #NiUnaMenos o #MeToo. El feminismo fue otro gran ejemplo de afinidad electiva que sigue construyéndose en red día a día. La patria de las feministas no se restringe a un país. Y eso es maravilloso.

Eres mujer y migrante. A lo largo del libro narras varios encuentros con mujeres que decidieron migrar o que no tuvieron más alternativa que hacerlo, como Salima Boussa o Noule Zhu. ¿En qué medida crees que este colectivo se encuentra con mayores dificultades?
Es obvio que ser mujer acarrea dificultades para ciertas cosas, en fin, para muchas cosas, aunque creo que cada vez estamos abriendo un camino más amplio que hará, espero, que las siguientes generaciones no se vean acorraladas como muchas veces nos hemos sentido nosotras y, sobre todo, nuestras antecesoras. Yo no me he sentido marginada por ser mujer casi nunca, pero sí por ser joven y llegar a puestos de poder en los que algunas personas han podido pensar que he tenido beneficios por ser rubia, digamos. Así que ser migrante y mujer es una combinación compleja, sin duda, aunque como todo en esta vida, las dificultades dependen en gran medida de con qué tipo de personas te encuentres en el camino. Por ejemplo, Salima explica que ella es una mujer independiente y que su familia la apoya y se pudo ir de su país con ese aval. Eso desde luego tranquiliza y sirve mucho cuando te tienes que enfrentar a todas las dificultades que la migración implica. En el caso de Noule, que es médica en Barcelona, me dijo que ella no se sentía discriminada por ser mujer o asiática sino más bien por ser muy joven. Tiene mucho talento y llegó a licenciarse muy pronto, aún siendo migrante y sin conocer el idioma, por lo que los pacientes desconfiaban de su falta de edad, más que nada.

Europa está enfrentando una crisis demográfica evidente. Utilizando como límite el año 2050, del mismo modo que haces en el libro, el Banco mundial pronostica para ese año tasas de crecimiento poblacional negativas en Europa, mientras que África seguirá creciendo todavía cerca del 2%. ¿Cómo consideras que debería enfocar Europa la cuestión migratoria?
Aquí me remito siempre a una gran frase del economista Gonzalo Fanjul: “Nuestro sistema migratorio es inmoral pero, sobre todo, idiota”. Creo que es muy clara y por eso me encanta. Según Por Causa, la Fundación para la que trabaja Fanjul, un inmigrante ilegal le cuesta a España 2.000 euros por persona al año. Si fuera legal, se aportaría 3.250 euros por persona y año. Y, lamentablemente, en España tenemos unos 40.000 trabajadores irregulares, de los cuales, por cierto, 8 de cada 10 son de origen latino. Lo remarco porque se habla mucho de los migrantes que vienen de África pero la realidad es que somos, sobre todo, puerta de América.

España es un país envejecido, sin duda, pero toda Europa es así. No podemos obviar que somos un continente de huesos longevos, como digo en mi libro, y que precisamos mano de obra joven si queremos mantener nuestro Estado del bienestar. Creo que con la pandemia quedó bastante claro que sin los inmigrantes nos hubiésemos quedado desabastecidos de lo más básico en cuestión de días. Pienso que Europa debería mirarse a sí misma con humildad y entender que tiene una oportunidad histórica de refundarse. Lo primero que debería hacer es trabajar su miedo institucional a perder su esencia identitaria. La globalización está aquí, es parte de nosotros, el poder está en la mezcla, no en la compartimentación cultural.

En relación a lo anterior, señalas en libro que dónde hay más inmigrantes, la población muestra una mayor tolerancia hacia la migración, sin embargo en aquellos sitios con menor inmigración existe un rechazo muy fuerte provocado por ese miedo a lo desconocido. ¿Cómo podemos gestionar este proceso hasta alcanzar una especie de círculo virtuoso de la migración?
Esto enlaza con lo que te explicaba al principio sobre neurociencia y prejuicio. Para romper el círculo hay que entrar en él y sacudirse el miedo. No digo que sea fácil pero no podemos retrasarlo más porque esta realidad ya está aquí. No es fácil odiar, la verdad, y eso está a nuestro favor. Me explico: cuando una persona tiene a otra al lado en situación de vulnerabilidad, tiende a ayudarla porque somos seres empáticos. El tema es que la comunicación mediada por pantallas genera “odiadores”. Si nos mirásemos a los ojos, este nivel de odio bajaría. Parece una estupidez, pero es así. Los soldados van a la guerra uniformados, deshumanizados, porque es muy difícil matar a un semejante. Los seres humanos nos parecemos demasiado. Todos nos construimos a través de una identidad personal y otra relacional y queremos vivir en paz, con dignidad y realizarnos con un trabajo, a ser posible. En fin, nos une mucho más de lo que nos separa: somos sencillos y complejos a la vez, la cuestión es potenciar un lado u otro de nuestra esencia. ¿Reaccionamos con odio o con amor? Son alternativas. Y nuestros líderes lo saben. La comunicación política es clave en este proceso. Los discursos pueden generar sentimientos de convivencia y solidaridad ante una crisis o, por el contrario, odio y culpables a los que señalar como enemigos (ficticios, seguramente). Creo entonces que la solución pasa por ahí, por un uso responsable del lenguaje y bien enfocado. Las redes sociales, de nuevo, pueden jugar un papel crucial.

¿Qué papel juegan hoy en día las redes sociales? Por un lado en el auge de los discursos populistas (Twitter), y por el otro, como un medio a través del cual las poblaciones de países menos favorecidos configuran su imagen de occidente (Instagram).
El idealismo, la mentira que las redes sociales propulsan. Lo conozco muy bien porque constantemente trato de bajar el optimismo que muchos latinoamericanos tienen respecto a lo supuestamente bien que se vive en España. Es un buen punto y tiene su explicación: Europa tiene un simbolismo que no puede caer, porque es parte de lo poco que le queda como mito de origen. Lo bello, lo equilibrado, los derechos humanos, el Estado del bienestar, etc. Es una imagen, pero cada vez tiene menos que ver con la realidad, lamentablemente. La construcción de una marca territorial e institucional hace daño porque quienes la ven de afuera, a través de pantallas, pueden darla por cierta cuando no lo es. Todos los que somos españoles –especialmente jóvenes– sabemos lo difícil que es vivir con dignidad en España debido a la enorme precariedad laboral que existe.

En el libro también hablas del movimiento feminista como un factor de estabilización clave precisamente por su carácter transversal. Es llamativa la reacción de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ante el ataque terrorista ocurrido allí. ¿Qué papel puede desempeñar este movimiento en el futuro?
El ejemplo de Ardern es muy válido. Ella no construyó un discurso de odio cuando tuvo que enfrentarse a un tremendo atentado en su territorio sino que optó por la unión y por no dar entidad al sujeto que había perpetrado una matanza. Hizo justo lo contrario a lo que buscan los terroristas: renombre, sembrar el odio, difundir su locura y generar nuevos seguidores. Ella ni lo nombró y lo hizo con toda la fuerza que ese gesto implica. Llamó a la unión, en contraposición a otros líderes, que suelen ser hombres y que reaccionan con actitudes de “yo soy más fuerte que tú” y/o “no voy a ceder”. Pienso en el caso de Francia, por ejemplo y lo contraproducente que es esta actitud para bajar la conflictividad social en un territorio lleno de migrantes no sólo de primera generación sino de otras más antiguas. 

La verdad es que creo que las mujeres liderarán el futuro por pura necesidad. El mundo está muy malito, que diría Mafalda, así que vamos a necesitar mucha cintura, mucha mano izquierda, mucha empatía y mucha, mucha, pero mucha capacidad de trabajo multitasking, digamos. Nosotras estamos acostumbradas a tener una visión holística del mundo obligadamente: en general somos hijas, madres, esposas y grandes profesionales a la vez. Hay que tener mucho talento para lograr todo eso y no colapsar, ¿no?

“Odiamos al migrante que llega a nuestra casa al mismo tiempo que somos cada vez más conscientes de que en cualquier momento nos puede tocar a nosotros”. ¿La creciente desigualdad económica nos está convirtiendo en aquello que rechazamos y eso es difícil de asimilar?
Exacto. Es fácil sentir pena por otro y ayudarle desde un lugar de privilegio. Lo complicado es ayudar cuando sientes que tienes poco y que puedes perderlo en cualquier momento. Es decir, más generoso es el pobre que comparte un mendrugo que el rico que regala un millón de euros que le sobran de su última acción bursátil. Y lo digo con toda la intención: el sistema financiero que preside la economía del mundo es un horror. Está matando el planeta y las relaciones de los seres que tratamos de vivir aquí de una manera sencilla, a escala humana, digamos. En el libro hablo de la gráfica del elefante de Branco Milanovic. Es verdad que en nuestra era contemporánea hay menos gente viviendo en la pobreza, pero también que la desigualdad es de una brutalidad que espanta y el sistema financiero es una de las causas más palpables de esta situación. Hay más desigualdad que en la Edad Media en términos relativos. Y vivimos con eso como si no pasara nada. Debemos tener mucho cuidado: la desigualdad es un boomerang. Deberíamos dejar de dar por hecho que siempre podremos caminar tranquilos por nuestras calles. Si alguien no tiene nada que perder se convierte automáticamente en un peligro. No podemos poner muros constantemente, debemos equilibrar el sistema o pronto la convivencia será imposible.

Total
15
Shares
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados
Lee más

Agua y saneamiento, un gran desafío

El agua y el saneamiento forman parte esencial de nuestro día a día. No obstante, a día de hoy todavía hay muchos países que no han reconocido este derecho humano en su constitución, dejando así a las personas más vulnerables sin tener un acceso efectivo a estos recursos, incluso en los países más desarrollados.
Lee más

Un largo camino por recorrer

Analizamos las políticas de integración en la Unión Europea a través del índice MIPEX (Migrant Integration Policy Index), que evalúa los derechos y la seguridad que conceden 52 países a las personas extranjeras.