Laboratorio de periodismo sobre economía y Agenda 2030

Las comunidades energéticas locales ayudan a democratizar el sector eléctrico

Mediante esta figura la ciudadanía se convierte en el eje central del proceso de generación y uso de la energía al tiempo que aprende a gestionarla.

LUIS SORDO

La transición energética está dando la oportunidad a que pequeños y medianos proyectos locales compitan con otros mucho más grandes y globales. La aparición de nuevos sistemas de cooperación permite una gestión eficiente y colaborativa de nuestros recursos energéticos. Las comunidades energéticas están abiertas a que cualquiera que esté en su radio de acción y lo desee pueda participar, siempre que cumpla, claro está, con determinadas condiciones.

Pero, ¿qué se entiende por comunidades energéticas? El concepto nace a raíz de la orden del 22 de diciembre de 2021 del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que define una comunidad energética como una “persona jurídica que se basa en la participación abierta y voluntaria, controlada por socios o miembros que serán personas físicas, pymes o entidades locales, y que desarrollen proyectos de energías renovables, eficiencia energética y/o movilidad sostenible que sean propiedad de dicha persona jurídica y cuya finalidad primordial proporcione beneficios medioambientales, económicos o sociales a sus socios o miembros o las zonas locales donde operan, en lugar de garantías financieras”.

En España el concepto de comunidades energéticas llega a través de los proyectos que se han creado de la mano del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). Este organismo lanzó en diciembre de 2021 varios programas de ayudas: CE-Aprende, CE-Planifica y CE-Implementa. Los dos primeros están pensados para comunidades que no tienen su proyecto desarrollado y no han creado la figura jurídica. Antes de la publicación de esta última norma, ya había otras figuras jurídicas sectoriales como las comunidades de energía renovable y las comunidades de energía ciudadana.

Comunidad energética local es simplemente un concepto, pero si se quiere cumplir con lo que la norma indica y conseguir las subvenciones, se tiene que constituir mediante una cooperativa, una sociedad limitada, o una sociedad anónima, y además se tienen que cumplir las condiciones que la norma establece para poder ser comunidad energética.

¿Por qué aparecen ahora? Se han conjugado varios factores. Por un lado, la evolución técnica, la reducción de costes de las energías renovables (especialmente las fotovoltaicas), y unas mejoras técnicas muy interesantes y potentes nos han llevado a esta situación. Por otro lado, está el problema medioambiental que tenemos con las emisiones de CO2. 

La Unión Europea empezó a hablar de este tema y del empoderamiento de la energía de los consumidores en 2015, pues toda la energía la generaban grandes corporaciones, que eran las que determinaban el mercado. Hacia 2018 la UE lanzó poco a poco una serie de directivas que se fueron trasponiendo a la norma española. En ese año el IDAE las llamó comunidades energéticas 

Tal y como dice José Luis Calvo González, profesor titular de la UNED, la situación actual del mercado energético tiene bastante que ver con las grandes empresas en las que se basa todo su funcionamiento. Este profesor explica que la pobreza energética en España tiene mucho que ver con cómo está configurado el mercado eléctrico, un mercado oligopolístico de grandes compañías. Frente a eso, Calvo González considera que las comunidades energéticas locales traerán una sana competencia, eficacia y eficiencia, y permitirán reducir el precio de la energía.

Las comunidades energéticas tienen su base en las personas. Es un nuevo modelo de desarrollo de la actividad económica a partir de lo que quiere la ciudadanía. En estas comunidades el control efectivo está en manos de las personas que, democráticamente y de una manera participativa, transparente y autónoma, la gestionan.

La mayoría de los proyectos de comunidades energéticas suelen ser de autoconsumo compartido, aunque también hay redes de calor y frío y otras aplicaciones. En cualquier caso, las comunidades energéticas son un buen cauce para que las personas del territorio sean protagonistas, partícipes, propietarias o financiadoras de las infraestructuras.

Con estas nuevas figuras, el IDAE transmite que lo importante es tener un proyecto común y para ello hay que identificar un proyecto social además de la actividad económica. Después hay que definir bien las funciones y responsabilidades, porque generar comunidad no es sencillo: la participación es el reto más importante. También es importante generar alianzas y redes de apoyo, vincularse con otras asociaciones. Se trata de relacionarse con otros y generar comunidad. 

La comunidad de La Borreca

Un ejemplo muy representativo de comunidad energética local es la que refiere María Isabel Fernández Rodríguez, concejal del Ayuntamiento de Ponferrada. En este municipio se ubicaron unas placas fotovoltaicas en el entorno del colegio de la Borreca, con objeto de beneficiar a zonas que sufren pobreza energética. 

¿Dónde colocarlas? Oscar Cela Cobo, ingeniero industrial que dirige técnicamente el proyecto, comenta que la norma exige que en un radio de 500 metros alrededor de donde se instale la comunidad, o el punto de conexión. En este caso, la comunidad es la zona alta de Ponferrada, el barrio antiguo que tiene zonas deprimidas y en otros casos zonas rehabilitadas. Se han explorado diferentes posibilidades para que la población  de esta zona se conecte a la comunidad energética.

Este proyecto partió con la integración de 48 viviendas con pobreza energética, y se decidió que alcanzaría los 40 kW con una instalación de 48 placas de 405 W, y cuyos cálculos se concretan en estas estimaciones: una inversión de 116.389 euros, una producción de 51.987 kWh y un precio estimado de mercado de 0,17 euros por kilovatio.

Con esta fórmula se evitarán 572,5 toneladas de CO2, con lo que además del consumo necesario para el colectivo destinatario, se obtendrá un ahorro neto de 300.513 euros en 25 años. En realidad, los cálculos apuntan a que se evitarán del orden de 900 toneladas, pero se han estimado menos porque lo correspondiente al resto lo podían gastar en otro tipo de cosas, como en la obra. Cella Cobo argumenta que con esos ahorros netos sobrantes, como no los pueden vender como energía, van a generar nuevos proyectos como cargadores eléctricos, o los van a convertir en energía térmica (calor, frío), que se puede almacenar o negociar.

A la pregunta sobre plazos de amortización de la inversión en placas solares y duración de las mismas, Cela Cobo proporciona un dato revelador: para las comunidades energéticas que se acogen a los programas del IDAE, la ayuda alcanza aproximadamente un 60%, por lo que los periodos de amortización se reducen mucho. Si una instalación individual en 2021 se amortizaba en siete años, con las ayudas y con lo que ha subido la energía esa misma instalación ahora puede ser en cuatro e incluso en tres años. 

En cuanto a la duración de este tipo de instalaciones, Cela Cobo comenta que los paneles de alta calidad tienen un rendimiento asegurado de 25 años, pero en realidad duran mucho más. Este ingeniero de energías renovables tiene paneles con más de 25 años de funcionamiento, y aunque a partir de esos años el rendimiento ha bajado, son elementos muy estables que funcionan perfectamente.

El proyecto de la escuela de la Borreca es un buen ejemplo de cómo los promotores lanzan un nuevo modelo energético, luchan contra la pobreza energética y además es el punto de partida para otros proyectos sociales y técnicos como los cargadores de coches, que pueden mejorar la movilidad dentro de la ciudad en barrio antiguo de Ponferrada. 

Las comunidades energéticas locales apuntan a principios y valores de economía social y solidaria. Es un excelente cauce para que las personas del territorio sean protagonistas, partícipes, propietarias o financiadoras de las infraestructuras de los recursos energéticos. Suponen pasar  de un sistema de gestión donde la ciudadanía tenía muy poco que decir a convertirse en protagonista y gestora de los recursos de su entorno.

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